La Tierra, nuestro hogar, un auténtico universo de fronteras inalcanzables sumergido dentro del inconmensurable cosmos. Un lugar recóndito y heterogéneo donde cada rincón, cada región de esta hermosa tierra, posee su propia alma, su propia esencia y su propio sabor. Es inconcebible imaginar que alguien sea capaz de conocer toda la belleza de estos rincones sino es a través de los cinco sentidos.
Cualquiera puede sentir el cálido tacto de la piedra, bañada por el sol, de las Pirámides de la Meseta de Guiza, el incansable rugido del bravo mar quebrándose contra los angostos acantilados de Irlanda o la celestial imagen del mundo que nace bajo los pies de aquel que se alza sobre el Himalaya. Experiencias extraordinarias que no dejan de ser tan sólo una ínfima y fugaz parte de toda la belleza que albergan estas regiones.
¿Qué hay del sabor y el aroma de esos lugares? ¿Quién puede decir que conoce el Japón más ancestral sin el sabor del arroz y el pescado crudo? ¿Cómo se puede sentir África Oriental sin el olor del café tostado danzando en el aire? ¿Quién puede decir que conoce Andalucía o que es andaluz sin haber experimentado los sabores y aromas de esta pasional tierra?